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Si alguna vez has sentido molestias musculares de forma prolongada, es muy posible que te hayas preguntado sobre si debes usar frío o calor para aliviar el dolor muscular. Se discute frecuentemente sobre el uso de compresas de hielo o térmicas en casos de dolor, y conocer el momento adecuado para su aplicación puede ser crucial para mejorar tu estado.
En este artículo descubrirás respuestas clave sobre cómo utilizar ambos métodos para aliviar el dolor. Es fundamental entender que cada tratamiento actúa de manera distinta y conocer el momento preciso para usar frío o calor si experimentas dolor muscular puede marcar una gran diferencia en tu recuperación.
Cabe decir que mantener un estilo de vida activo, combatiendo el sedentarismo y practicando ejercicios de relajación y estiramientos, contribuye significativamente a la mejora de los síntomas de contracturas musculares.
INDEX
¿Cuáles son las causas del dolor muscular?
Diversas actividades pueden dar lugar a dolores musculares. Entre estas, destacamos las siguientes:
- El estilo de vida sedentario no solo contribuye a dolores generalizados, sino que también facilita la aparición de contracturas al realizar cualquier esfuerzo físico inesperado. La falta de preparación muscular se manifiesta mediante el dolor y la inflamación.
- El estrés también puede ser un desencadenante de dolor muscular, ya que tiende a tensar los músculos y causar contracturas dolorosas. Las personas más susceptibles a esta condición suelen ser aquellas que acumulan tensión en zonas como el cuello o la espalda.
- Mantener una misma postura durante largo tiempo también es una causa frecuente de dolor muscular, debido a la sobrecarga que se genera en la zona afectada.
- La práctica de deportes de alta demanda puede llevar a lesiones musculares. Las contracturas suelen ocurrir cuando hay un sobreesfuerzo durante la actividad física.
Ahora que estás al tanto de las causas que originan un dolor o una contractura muscular, es importante que aprendas a seleccionar las alternativas más efectivas para lograr una reducción en las molestias.
¿Frío o calor para el dolor muscular?
Es común tener dudas sobre cómo tratar el dolor muscular. Muchas personas se preguntan cuál es la mejor opción entre el frío o el calor. A continuación, te explicaremos los beneficios de cada tratamiento para que puedas aplicarlos correctamente y obtener resultados óptimos.
La aplicación de hielo ayuda a mitigar el dolor ya que actúa adormeciendo la zona afectada. Si has sufrido un golpe en el pie, colocar una bolsa de hielo puede ser beneficioso, lo mismo aplica para golpes en la cabeza o cualquier otra parte del cuerpo.
El hielo funciona como un analgésico inmediato y resulta útil en casos de dolor muscular o articular asociado con hinchazón o lesiones por uso excesivo de algún músculo. Este tratamiento también es recomendado cuando se presenta osteoartritis.
Al aplicar frío, los vasos sanguíneos se comprimen y se reduce el flujo sanguíneo en la zona tratada, lo que permite una disminución de la inflamación. En ocasiones, la inflamación no es visible, pero el dolor sí se percibe. Al usar una compresa fría, se puede disminuir la inflamación y, consecuentemente, también el dolor.
Para tratar un dolor muscular, ya sea causado por un golpe o por el uso excesivo de un músculo, se puede aplicar una compresa de hielo o una bolsa de gel en la zona afectada durante 20 o 30 minutos. No es aconsejable mantener la compresa por más tiempo del indicado, pues podría provocar quemaduras en la piel, que son igualmente dolorosas.
Al igual que el hielo, el calor también puede ser efectivo para aliviar el dolor. Ambos tratamientos, frío y calor, generan sensaciones distintas sobre las lesiones: uno estimula la zona mientras que el otro la calma. Estas diferencias no son evidentes a simple vista, ya que ocurren bajo la piel.
El uso de calor es especialmente útil para relajar los músculos y mejorar la circulación en la zona afectada, lo cual puede acelerar el proceso de recuperación. El calor se aplica comúnmente en forma de almohadillas térmicas o baños calientes, ideales para después de haber pasado las primeras 48 horas desde la lesión, cuando el riesgo de inflamación ha disminuido.
Cuando aplicamos calor, los vasos sanguíneos se dilatan, a diferencia de cuando se usa frío, incrementando así el flujo sanguíneo. Esta mayor afluencia de sangre facilita que el oxígeno y los nutrientes esenciales lleguen a la zona afectada, lo cual puede aliviar el dolor con el tiempo.
La aplicación de calor en áreas doloridas ofrece diversos beneficios, destacando principalmente la disminución del dolor. Además, alivia los calambres y espasmos musculares, reduce la rigidez en las articulaciones y mejora la flexibilidad.
Al igual que con el hielo, el calor debe aplicarse durante un tiempo limitado. Ya sea utilizando una almohadilla térmica o una bolsa de gel, no se debe exceder los 20 o 30 minutos de aplicación para evitar posibles quemaduras en la piel.
¿Cuándo aplicar calor?
Ya sabemos que ambas temperaturas pueden ser beneficiosas para aliviar dolores musculares, pero, ¿cuándo es adecuado aplicar calor?
El momento ideal para usar calor es cuando ha transcurrido algún tiempo desde la aparición del malestar. Se recomienda especialmente para dolores musculares crónicos o lesiones que llevan varios días.
La aplicación de calor se conoce como termoterapia. Aplicar calor en la zona afectada relaja el músculo, incrementa la elasticidad del tejido y, de este modo, se logran aliviar las molestias al relajar los músculos.
Por lo tanto, el calor está indicado para situaciones de dolor muscular, rigidez o contracturas de varios días de duración. Los métodos más efectivos para su aplicación incluyen paños calientes, fomentos, mantas eléctricas o bolsas de agua caliente.
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¿Cuándo aplicar frío?
El frío es la opción preferente cuando la lesión es reciente. Si han pasado menos de 48 horas desde que apareció el dolor, es aconsejable usar frío en la zona para calmar el dolor y evitar inflamaciones excesivas.
La aplicación de frío tiene un doble beneficio: por un lado, contrae los vasos sanguíneos y por otro, reduce la temperatura de la zona afectada. Esta acción es crucial para prevenir la inflamación en casos de luxaciones, sobrecargas, fracturas, esguinces, golpes o tendinitis.
El frío también posee propiedades antiinflamatorias y calmantes, que son esenciales para una recuperación rápida y para reducir las contracturas musculares. Para su aplicación se pueden utilizar bolsas de gel frío, bolsas de agua helada, cubitos de hielo o compresas de agua fría.
En ambas situaciones, es esencial cuidar la superficie de la piel al usar compresas. Estas no deben colocarse directamente en contacto con la piel, para evitar causar daños adicionales.
Conclusión
Es importante entender cuándo aplicar frío o calor en casos de dolor muscular. Recuerda seguir las indicaciones dadas y, como norma fundamental, aplicar frío justo después de sufrir la lesión y durante no más de 48 horas para ayudar a controlar el dolor y prevenir la inflamación.
El uso de calor es recomendado cuando han pasado más de 48 horas desde la lesión, ayudando también a aliviar el dolor. Estos métodos pueden ser complementados con cremas que contengan analgésicos o componentes mentolados que ayuden a reducir las molestias.
Es aconsejable realizar masajes suaves en la zona afectada, siempre asegurándonos de no aplicar demasiada presión que podría perjudicar la recuperación y en cambio, proporcionar una sensación de bienestar.
El ibuprofeno puede ser útil en ciertas situaciones, aunque es crucial consultar a un médico antes de automedicarse. Dependiendo de la naturaleza de la lesión, también pueden ser apropiados ejercicios de relajación o acudir a un especialista en fisioterapia. Si aun así el dolor es demasiado intenso, es posible que se trate de un desgarro muscular, para lo cual te recomendamos que leas el post que te hemos dejado en el enlace.